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Por lo tanto, no estemos dormidos, como están otros; vigilemos y vivamos sobriamente. Los que duermen, de noche duermen; los que se emborrachan, de noche se emborrachan. Nosotros, en cambio, que pertenecemos al día, vivamos sobriamente, armados con la coraza de la fe y del amor y con el casco protector de la esperanza de la salvación.

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